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Etimológicamente significa envío (de mittere, enviar) y alude al "encargo" o encomienda que se le hace a alguien para que lo cumpla con fidelidad.
Eclesialmente se habla de misión cuando se alude a un "envío" que se hace a alguien para que actúe en representación de una autoridad y en una función representativa.
Teológicamente el concepto de "misión" hace referencia al misterioso carácter de redentor, mensajero y salvador de Jesús, enviado del Padre para salvar al mundo
El mismo Jesús aludía constantemente a esa misión suya: Jn. 11.42; Jn. 17.3 y 21; Mc. 9. 36; Lc. 9.48. Son una 60 las veces que aparece el término envío o enviado en el Nuevo Testamento: se alude a Jesús como enviado del Padre 34 veces con el verbo "apostello" y "26 con el verbo "pempo"; 53 se emplea el término en referencia el envío del Hijo y 7 en alusión al envío del Espíritu Santo. Con todos estos términos se puede formular una Teología del envío, de la misión impresionante y radicalmente bíblica.
Además son muchas también las que Jesús alude al envío o misión de los Apóstoles: "Como el Padre me envió a Mí, así os envío yo a vosotros" (Jn. 20. 21). "Y os he destinado para deis fruto y lo deis en abundancia" (Jn. 15. 16). Son otras 150 las expresiones que de una u otra forma aluden en el Nuevo Testamento al envío de los Apóstoles y discípulos de Jesús.
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